La escuela es por naturaleza el espacio de encuentro donde, a través de las interacciones entre los diversos actores educativos, se desarrollan aprendizajes. Pero, además se convierte en el espacio en que se han reproducido durante años costumbres, ideas y tradiciones que no son fáciles de cambiar. Durante este 2022, las y los docentes, de la mano de los estudiantes, se enfrentan a un nuevo panorama que es distinto a la normalidad a la que estábamos acostumbrados en el 2019. O, a lo vivido en el 2020 y 2021 con las escuelas cerradas y la educación remota. En efecto, se ven frente a una escuela que retorna a la presencialidad y que tiene que adaptarse a ‘‘la nueva normalidad’’.
En esta lógica del retorno a las aulas es importante remirar las relaciones entre las y los docentes con las y los estudiantes, familias y comunidad en general. El escenario presencial post COVID-19 nos exige atender dos aspectos fundamentales: 1) el bienestar socioemocional de los distintos actores que están inmersos en la escuela, y 2) promover interacciones respetuosas y diálogos horizontales entre las y los actores de la comunidad educativa. Todo ello para asegurar el desarrollo de los aprendizajes y también el desarrollo integral de las y los estudiantes.
En ese contexto, el desarrollo de las Habilidades Socioemocionales cumple un papel fundamental para fortalecer la dimensión social de estudiantes, docentes y padres de familia. Asimismo, para dotar de herramientas que favorezcan a la construcción de relaciones interpersonales positivas.
¿Cómo están llegando emocionalmente las y los estudiantes y sus familias a la escuela?
En julio del 2020, el Minedu por medio de los operativos telefónicos a familias, docentes, directores y coordinadores de redes rurales, obtuvo datos alarmantes. El 67.4% de familias declaraba experimentar sentimientos de nerviosismo, miedo y preocupación. El 44.3% sentía tristeza o depresión. Mientras que, 52.4% de padres se sentía cansado de su rol.
La data no dista de lo expuesto por UNICEF (2020), que nos brindó una aproximación de la realidad que viven las niñas, niños y adolescentes (NNA) en el Perú. Estos aspectos han repercutido en las formas en cómo las y los estudiantes se ven inmersos dentro de los procesos de aprendizaje, de socialización y construcción de su identidad. Del mismo modo, evidencian que emocionalmente, las y los estudiantes junto a las familias están regresando a las aulas con una fuerte afectación emocional.
Los porcentajes denotan que aquellos NNA entre 1 mes a 17 años (cuyos cuidadores presentan síntomas depresivos) presentan un mayor riesgo de poseer problemas de salud mental. La data es sin duda alarmante pues expresa el riesgo que vienen atravesando tanto NNA como sus familias.
Como tal, la familia cumple un papel trascendental en el proceso de acompañar tanto educativa como socioemocionalmente. Contar con madres y padres de familia socioemocionalmente afectados impactará directamente en el logro de aprendizajes de sus menores. Pero, también a nivel del logro de su desarrollo integral. Por otro lado, independientemente de las barreras que los NNA han sufrido en materia de conectividad, adaptación a las clases virtuales; en el Perú tenemos un gran número de estudiantes que han quedado en situación de orfandad. Según las cifras brindadas por la revista médica ‘‘The Lancet’’ afirman que en el Perú hay 98 mil niños que perdieron a su madre, padre o ambos. El desafío es ¿Cómo atendemos a estos niños y niñas desde la escuela atendiendo sus dimensiones cognitivas, social y emocionales?
¿Cómo llegan los docentes a la presencialidad?
En estos momentos, existe la necesidad de poner en vitrina las problemáticas que afectan y repercuten en el bienestar emocional del docente y estudiante. Actualmente, las y los docentes vienen siendo expuestos a una carga y estrés laboral a causa de diversos factores. Para el 2021, por medio del estudio de PULSO PUCP, tomando como data la ENDO 2020 se investigó sobre las cuestiones que afectan al profesorado. Se obtuvo que, las y los docentes presentaban malestares psicológicos como estrés, ansiedad, depresión. El desarrollo de algunas actividades propias de su práctica se les hacía retador. Una muestra de ello se traduce en la siguiente gráfica:
En la actualidad, aspectos como la sobrecarga de actividades de planificación, adaptación a las nuevas estrategias metodológicas, atención a la diversidad de estudiantes en el aula, son parte de su práctica. Estas, desde sus voces, también son fuentes de estrés y exigencia laboral que vienen enfrentando día a día.
Frente a ello, el desarrollo y el soporte emocional cumplen un papel fundamental en la práctica docente en este proceso retorno a las aulas. Habilidades como la autorregulación, asertividad, empatía, resiliencia y el liderazgo ayudarán a potenciar las competencias socioemocionales y también profesionales del profesorado. De sumarse el componente intercultural, las habilidades socioemocionales e interculturales (HSEI) les darían herramientas para gestionar las emociones desde el respeto y cuidado al otro.
Asimismo, favorecen a la promoción de una convivencia más democrática, segura y libre de violencia. En efecto, un docente socioemocionalmente competente, usará las HSEI no solo en la mejora de su práctica docente. Sino que, además, podrá brindar a sus estudiantes herramientas que contribuyan al desarrollo de sus proyectos de vida.
¿Qué aspectos son claves para acompañar socioemocionalmente a las y los estudiantes en este retorno a la presencialidad?
Gutiérrez & Buitrago (2019) afirman que las habilidades socioemocionales en las y los docentes permiten que el proceso de enseñanza-aprendizaje se desarrolle de forma más efectiva. De este modo, cuanto mayor manejo de emociones tenga el docente, mejor será su práctica. Es así como, la o el docente socioemocionalmente competente será capaz de generar entornos de seguridad para sus estudiantes.
En ese sentido, en este retorno a las aulas es importante que, tanto docentes como familias, puedan acompañar socioemocionalmente de manera efectiva a las y los estudiantes. Teniendo un rol de acompañantes, las y los docentes requieren de crear espacios para dialogar sobre los retos y dificultades que ha dejado la pandemia en la vida de los estudiantes. Asimismo, sobre cómo esta nueva modalidad ha cambiado la organización tanto personal como estudiantil de los NNA. De este modo, es necesario tener en cuenta los siguientes aspectos que constituyen condiciones a tomar en cuenta por docentes, directivos y padres de familia, al momento de acompañar socioemocionalmente:
1. Brindar seguridad y propiciar la comunicación
Frente al retorno a la escuela, es posible que los distintos actores educativos estén atravesando por diversas situaciones emocionales. Estos pueden sentir desde la alegría por el encuentro hasta la ansiedad ante los contagios y rebrotes. Otros podrían estar siendo parte de un grupo nuevo, lo cual puede generar inseguridad en los estudiantes, aun cuando no lo manifiesten.
La situación exige que tanto docentes como familia estén alertas para atender y brindar seguridad oportunamente al estudiante. Para ello, es importante propiciar espacios cálidos y óptimos para la comunicación. Asimismo, es clave generar espacios para conversar sobre este regreso paulatino a la presencialidad, a la nueva normalidad, sobre las emociones que van sintiendo. Así como acompañar el proceso de retomar la socialización con sus pares y docentes, reforzando el vínculo entre docente-estudiante, estudiante-estudiante y estudiante-familia.
Sumado a ello, a nivel de profesorado también se deben propiciar espacios para el soporte emocional dirigido al docente. A modo que, se les brinden las oportunidades para que compartan sus experiencias, motivaciones, ansiedades y temores ante esta nueva presencialidad. Ello no solo enriquecerá su práctica educativa, sino que también permitirá atender su dimensión personal y profesional.
2. Respetar los ritmos de aprendizaje de los estudiantes y prevenir violencia
Según el estudio UNICEF publicado en 2020, el 10.2% de padres consideraba que si el estudiante no obedecía debía ser castigado físicamente. Frente a ello, en este retorno a clases, la escuela tiene el deber de concientizar a la familia para la prevención de violencias.
Por otro lado, como consecuencia de la pandemia, grandes porcentajes de estudiantes muestran retrasos a nivel de logro de competencias. Por ello, es necesario generar la toma de conciencia (tanto en las y los estudiantes como en sus familias) sobre el respeto de los ritmos de aprendizaje de estos. Asimismo, como parte de este proceso brindarles las herramientas para lidiar con emociones como tristeza, frustración, rabia u otras que puedan sentir. Es importante entender que estas pueden ir siendo generadas por ambientes con alta heterogeneidad en el rendimiento. Con ello, es importante identificar las situaciones que las generan y acompañar dando soporte emocional, cuando sea necesario.
Pensando a largo plazo, este contexto nos reta a construir propuestas que no solo brindan el soporte socioemocional al estudiante, sino que avancemos hacia propuestas de desarrollo de las HSE en la escuela. Para ello, es importante recordar que son los estudiantes el centro del proceso de aprendizaje. De igual modo, garantizar que docentes y familias depositen expectativas altas en relación con el aprendizaje de los NNA. Es importante brindarles la confianza, saber reconocerlos por cada logro sin desmerecer sus avances, entendiéndolos como personas integrales y capaces de transformar su vida y su realidad.
3. Trabajar la empatía con toda la comunidad educativa
El retorno a la escuela implica que las y los estudiantes se encuentran y empiezan a reconocerse luego de lo vivenciado durante la pandemia. Con la emergencia sanitaria, la situación de las y los estudiantes ha cambiado drásticamente. La organización familiar se ha reestructurado en algunos casos. Asimismo, se han vivido situaciones de pérdida ya sea familiar como laboral que exigen poner atención a las conductas que las y los estudiantes puedan presentar. De esta manera, la situación exige a la escuela trabajar en favor del desarrollo de la empatía con los estudiantes y docentes.
Según Vital, et. al (2020) la empatía es una competencia que permite entender el estado emocional de las otras personas y que favorece al desarrollo de interacciones positivas entre las personas. Esta dota al maestro/a de sensibilidad para comprender a sus estudiantes y a partir de ello, integrar la dimensión cognitiva y afectiva.
Durante la pandemia, Martín Vegas y Patricia Correa (2020) afirmaban que la empatía docente es parte del mismo proceso educativo. La empatía, en ese sentido, faculta y humaniza al docente bajo principios de horizontalidad y amabilidad para consigo mismo como para con el otro. Asimismo, coadyuva a forjar la identidad y el ser docente desde una mirada más integral, intercultural y en compromiso con la comunidad.
En este retorno a las aulas, el contexto exige al profesorado trabajar en favor de garantizar el bienestar de sus estudiantes, pero también el propio. El logro de ello se puede garantizar a partir de la implementación procesos de reflexión respecto a las emociones y de la predisposición de generar espacios para hablar de ellas dentro y fuera del aula como refieren Buitrago & Molina (2021)
4. Tomar atención de los cambios conductuales
La UNESCO (2020), afirmaba que una forma de mitigar los efectos adversos de las crisis es trabajar de forma articulada entre familia-estudiante-escuela. En ese sentido, es importante que él y la docente vean un aliado en la familia y viceversa. Con el confinamiento, los NNA han visto alterados sus procesos de socialización e interacción con el otro. A consecuencia de ello, pueden mostrarse poco comunicativos y más aún si vienen atravesando por situaciones conflictivas que los afecten ya sea psicológica o físicamente. Por ello, es importante que al interior del hogar como de la escuela se pueda poner atención en aquellas conductas que demuestren signos de alerta. De este modo, se puede tomar acción oportuna y eficiente velando por la integridad del menor.
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
A partir de estas problemáticas, se observa que el rol docente se transfigura al de una acompañante que contiene emocional y comunitariamente a sus estudiantes y familias. En efecto, en esta lógica del retorno a clases, los NNA requieren de docentes que estén socioemocionalmente competentes, comprometidos con la búsqueda de la construcción de un mejor ejercicio de la práctica docente. Un docente socioemocionalmente competente es capaz de poner en juego sus habilidades socioemocionales, pedagógicas y de liderazgo a fin de alcanzar el desarrollo integral de sus estudiantes y comunidad. Frente a ello, es importante tener en cuenta los siguientes aspectos:
- En esta lógica del retorno a aulas es de suma importancia no solo centrarnos en llevar a cabo un diagnóstico del nivel de aprendizajes de las y los estudiantes. Sino también, en ver cómo se encuentran a nivel socioemocional. Siendo lo más pertinente usar estos diagnósticos para responder a las necesidades del estudiantado. Asimismo, para traducir esta realidad en actividades de aprendizaje que permitan atender estas necesidades.
- Asimismo, es importante identificar cómo ha cambiado la estructura familiar de las y los estudiantes. Ello requiere identificar qué situaciones de pérdidas han podido ocurrir en las familias y cómo afecta esto a los estudiantes. Así como, mapear qué problemáticas económicas, sociales u otras vienen afrontando. En efecto, identificar estas situaciones permitirá establecer protocolos de atención adecuados a sus características tanto individuales como grupales.
- Es importante remirar el rol de la familia y la comunidad educativa en aras de velar por la atención, cuidado y bienestar de los NNA. Esto exige a la escuela establecer vínculos con los distintos actores de la comunidad y fortalecerlos. En ese sentido, ello permitirá ‘‘acercar y asegurar la provisión de diferentes servicios necesarios para atender el bienestar’’ (Pilar Sanz, 2020).
- Se requiere revisar y cuidar cómo se están brindando los procesos de acompañamiento y contención emocional dirigidos a los estudiantes, sus familias y docentes. Ello, a fin de ir mejorando los procesos y asegurando una atención oportuna, pertinente y de acuerdo con el contexto en cual están inmersos. En ese sentido, para poder brindar soporte socioemocional es importante que la persona que lo brinda esté bien socioemocionalmente. Por tal razón, es una prioridad velar por el cuidado del bienestar de las y los docentes.
A modo de conclusión, podemos observar cómo este contexto nos ha hecho conscientes de la importancia del cuidado de la salud mental y del desarrollo de las habilidades socioemocionales de los estudiantes. Para que estos puedan responder a las diversas situaciones que les toque vivenciar; se debe trabajar propuestas que aseguren el desarrollo de estos aspectos en las escuelas. Sin embargo, también es necesario generar una cultura institucional que ponga como centro al estudiante. Ello implica preguntarnos cómo se están brindando los procesos de acompañamientos y contención emocional, a fin de ir mejorándolos y asegurar una atención oportuna y pertinente. De esto modo, garantizar el desarrollo y el soporte emocional en el Perú aún es un reto por alcanzar y necesidad por atender.
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