Desde la Cátedra UNESCO en Políticas Educativas y Agenda 2030 y el Observatorio de la Educación Peruana, nos encontramos en una posición privilegiada para reflexionar sobre la importancia de la sinodalidad, la cultura del encuentro y la esperanza en la educación, especialmente para aquellos estudiantes que se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad. Las discusiones y reflexiones presentadas en el evento “Cultura del Encuentro y la Esperanza” organizado por el Consorcio Ignaciano de Educación del Perú (CONSIGNA) subrayan la relevancia de estos principios en la formación de una educación inclusiva y transformadora.

Sinodalidad como Camino de Inclusión y Participación

La sinodalidad, entendida como un caminar juntos, tiene un profundo impacto en la manera en que abordamos la educación en las áreas más desfavorecidas del país. Este enfoque promueve una educación participativa y colaborativa, donde la voz de cada estudiante, docente y miembro de la comunidad educativa es escuchada y valorada. En las escuelas rurales andinas y amazónicas, donde los desafíos son significativos debido a la falta de infraestructura, escasez de docentes capacitados y vulnerabilidad al cambio climático, la sinodalidad se convierte en una herramienta crucial para construir un sentido de comunidad y pertenencia.

A través de la sinodalidad, se fomenta una educación que no solo busca impartir conocimientos, sino que también promueve el desarrollo integral de los estudiantes, reconociendo y valorando sus contextos y culturas. Esta perspectiva es vital para los estudiantes de las periferias, donde la educación puede ser un faro de esperanza y un medio para superar las barreras socioeconómicas y geográficas.

Cultura del Encuentro: Promoviendo la Esperanza y la Resiliencia

La cultura del encuentro, como lo expuso el Cardenal Pedro Barreto y otros ponentes en el seminario, nos invita a mirar más allá de nuestras diferencias y trabajar juntos por el bien común. Para los estudiantes en situaciones de vulnerabilidad, especialmente aquellos en las periferias del país, esta cultura del encuentro es esencial. La educación debe ser un espacio donde se fomente el respeto, la empatía y la solidaridad, permitiendo que los estudiantes desarrollen un sentido de pertenencia y confianza en su capacidad para contribuir positivamente a sus comunidades.

En áreas donde la pobreza y la falta de recursos son prevalentes, la cultura del encuentro ayuda a construir redes de apoyo y colaboración, tanto dentro como fuera de las aulas. Esto es particularmente importante en las regiones afectadas por el cambio climático, donde las comunidades deben adaptarse y ser resilientes frente a los desafíos ambientales. La educación que incorpora estos valores prepara a los estudiantes no solo para enfrentar sus propios desafíos, sino también para ser agentes de cambio en sus comunidades.

Laudato Si’, la encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de nuestra casa común, refuerza esta visión al subrayar la interconexión entre los problemas sociales y ambientales. En el espíritu de Laudato Si’, la cultura del encuentro promueve la integración y la cohesión, superando divisiones y construyendo una sociedad más inclusiva y justa. La encíclica nos recuerda que “todo está interconectado” y que “el grito de la tierra es el grito de los pobres”, destacando la necesidad de una solidaridad global que reconozca y actúe sobre estas interdependencias.

Laudato Si’ también enfatiza la importancia de la educación ambiental, no solo como una transferencia de conocimientos, sino como una formación integral que fomente una “ciudadanía ecológica”. En este contexto, la cultura del encuentro en la educación promueve la responsabilidad compartida y la acción colectiva frente a los desafíos medioambientales. Los estudiantes, al entender y experimentar la interdependencia de todos los seres, desarrollan una empatía profunda y un compromiso activo con el cuidado del planeta y el bienestar de todas las personas.

Por ello, integrar los principios de Laudato Si’ en la cultura del encuentro dentro de la educación fortalece la resiliencia y la esperanza en las comunidades más vulnerables. Al hacerlo, no solo se enfrentan los desafíos inmediatos, sino que se construye un futuro más sostenible y equitativo para todos.

La Esperanza como Motor de Transformación

La esperanza es un componente esencial en la educación, especialmente para aquellos que enfrentan condiciones adversas. Como se destacó en el evento, la esperanza no defraudará y debe ser el motor que impulsa nuestras acciones educativas. Para los estudiantes más pobres y vulnerables, la esperanza proporciona la motivación y la fuerza necesarias para superar obstáculos y perseguir sus sueños.

En el contexto de las escuelas rurales andinas y amazónicas, la esperanza se manifiesta en la lucha por una educación de calidad, a pesar de las limitaciones. Es fundamental que las políticas educativas y las iniciativas de los observatorios como el nuestro se centren en fortalecer esta esperanza, proporcionando los recursos, el apoyo y las oportunidades necesarias para que todos los estudiantes puedan prosperar.

Conclusión

En conclusión, la sinodalidad, la cultura del encuentro y la esperanza son pilares fundamentales para una educación transformadora y equitativa. Desde la Cátedra UNESCO en Políticas Educativas y Agenda 2030 y el Observatorio de la Educación Peruana, nos comprometemos a promover estos principios, reconociendo su importancia para los estudiantes en situaciones de mayor vulnerabilidad. Al hacerlo, contribuimos a la construcción de una sociedad más justa y solidaria, donde todos los estudiantes, independientemente de su origen o condición, tengan la oportunidad de alcanzar su pleno potencial y contribuir al bienestar de sus comunidades y del país en general.

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Director del Observatorio de la Educación Peruana. Es Docente e Investigador de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, donde también coordina la Cátedra UNESCO en Políticas Educativas y Agenda 2030 y el Grupo de Investigación Aprendizajes y Actores.


Ander Alonso-Pastor

Director del Observatorio de la Educación Peruana. Es Docente e Investigador de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, donde también coordina la Cátedra UNESCO en Políticas Educativas y Agenda 2030 y el Grupo de Investigación Aprendizajes y Actores.

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