“En el ámbito rural, ni la radio, ni la televisión, ni la estrategia digital han funcionado de manera suficiente como para generar un proceso de enseñanza-aprendizaje”.
El balance educativo del 2020 lleva inevitablemente a preguntarse si este ha sido un año perdido, más aun, en el ámbito rural. Los estudiantes de estas zonas han vivido una historia educativa muy diferente a la de sus compañeros en la ciudad, en donde la desvinculación y la limitada conectividad han sido un denominador común.
Sin embargo, el 2020 quedará registrado en los libros de historia. Esta pandemia, que ha obligado a aislarse y a cumplir las reglas de salud para no contagiar al prójimo, pone en evidencia que hay lecciones de vida que dejarán huella en cada estudiante, aunque no hayan ocurrido dentro de las escuelas, sino en el espacio familiar o en la comunidad rural. Está pendiente generar la “metacognición” de estas vivencias que tienen amplio significado ciudadano y de bienestar socioemocional.
¿Y la respuesta del sector educación? En el ámbito rural, ni la radio, ni la televisión, ni la estrategia digital han funcionado de manera suficiente como para generar un proceso de enseñanza-aprendizaje. Ha sido otro el camino: materiales producidos por los profesores, y su distribución a través de agentes comunitarios, comunicación telefónica o vía WhatsApp.
Estas han sido las herramientas a través de las cuales los docentes han buscado conectarse con sus estudiantes. Y así, se ha generado un laboratorio de iniciativas de alta creatividad que han permitido que los profesores puedan trabajar con los estudiantes y sus familias.
Desde el Programa Horizontes de UNESCO en el Perú, que se desarrolla en el ámbito de la educación secundaria rural en cuatro regiones del país –Piura, Amazonas, Cusco y Ayacucho–, hemos estado evaluando esta realidad e impulsando muchos de estos procesos.
Las experiencias que han tenido más éxito son las que han trabajado con contenido local; por ejemplo, los proyectos productivos. Con estos proyectos, la educación para el trabajo, un área subvalorada del currículo escolar, está tomando gran importancia.
De igual manera, las acciones orientadas al desarrollo de habilidades socioemocionales o de formación ciudadana han tenido éxito.
Asimismo, las instituciones educativas que contaban con una propuesta curricular y pedagógica propia han mostrado una mejor respuesta a los desafíos de este año, porque han podido adaptarla para trabajar con material impreso o donde exista conectividad. Estas instituciones serán las que aprovecharán las ‘tablets’ para fortalecer sus propuestas pedagógicas.
A partir de estas lecciones se puede sostener que hay dos grandes objetivos para el 2021: cerrar las brechas de desigualdad y renovar las escuelas, aprovechando las lecciones del 2020.
Este artículo se publicó originalmente en El Comercio el día 15 de diciembre del 2020. Puedes encontrarlo aquí.
Abogado y docente, especialista en políticas educativas. Es actualmente coordinador del programa UNESCO-Horizontes de secundaria rural e integrante del Consejo Nacional de Educación. Ha sido Viceministro de Gestión Pedagógica en el Ministerio de Educación (2012-2014). Además, ha sido Secretario Ejecutivo del Consejo Nacional de Educación (2002-2008) y asesor de la Comisión de Educación, Ciencia y Tecnología del Congreso de la República, así como Director del Instituto de Investigación y Políticas Educativas y Secretario Académico en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM). Fue Director Ejecutivo de “Foro Educativo”.
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