El portafolio es usualmente conocido como una selección de nuestras mejores obras hacia un ámbito profesional (Alcaraz, 2016). Vemos, por ejemplo, a periodistas o artistas, preparando esta colección, que refleja el trabajo a lo largo de su carrera. Pero, esto con los años ha ido cambiando, y el día de hoy lo podemos ver, además, en el espacio educativo. La idea es similar, es cierto, pero va mucho más allá de ello.
Desde los años 90, en Europa y los Estados Unidos, se ha promovido el uso de esta herramienta para la evaluación educativa. La cual reclamaba romper con las antiguas formas tradicionales y buscar mejores maneras de evaluar (Alcaraz, 2016). Ahora mismo, podemos ser testigos del uso de esta herramienta en nuestras aulas, y debemos preguntarnos, por qué es así.
Evaluación: el portafolio
Primero, debemos explicar brevemente de qué se trata la evaluación por portafolio.
El portafolio, nos dice María Pérez (2014), es una forma de acercarse a la evaluación auténtica, es decir, a una que implique un reconocimiento y discernimiento. Y desde el cual, los y las estudiantes puedan, luego, desplegarse en la sociedad. También, hablamos de una evaluación significativa y coherente, en la que los y las estudiantes evidencien lo que son capaces de lograr. Y que tenga, además, una intención y un entendimiento (Seda, 2002).
Para ello, entonces, nos acercamos al portafolio. Este se trata de la recolección de las evidencias o materiales trabajados por los y las estudiantes. Los cuales, nos dice Pérez (2014), deben ser representativos para ellos y ellas, y elegidos por si mismos. No deben ser todos, ni escogidos al azar, sino que deben ser aquellos que consideren los y las representan en sus aprendizajes (Seda, 2002). Es decir, que tengan un valor en su educación. Y que, asimismo, reflejen el avance que van teniendo hacía el logro de los objetivos planteados.
Sin embargo, la evaluación por portafolio no se define en una mera recolección. En la evaluación por portafolio los y las estudiantes deben registrar sus actividades, tareas o proyectos y, sobre cada una de ellas, elaborar una reflexión.
Pero, ¿por qué una reflexión? Esta reflexión buscará que los y las estudiantes sean conscientes de la relevancia de esta actividad en su aprendizaje. Esta reflexión debe evidenciar la relación entre el trabajo realizado y los objetivos perseguidos. Como nos dice Alcaraz (2016), buscamos en los y las estudiantes un autoconocimiento, una autogestión y una autorregulación. Podemos decir, entonces, que lo fundamental de la evaluación por portafolio será esta actividad cognitiva que realizan acerca de sus actividades y de este proceso.
Para las y los docentes, por otro lado, será útil, ya que podrán observar cómo va avanzando el aprendizaje de sus estudiantes. Si la actividad ha sido o no trascendente. Y, sobre todo, cómo estos desempeños y actividades van respondiendo al desarrollo de sus capacidades y competencias. Además, podrá conocer lo que piensan los y las estudiantes del desarrollo de esas actividades. También, podrá retroalimentarse hacía mejorarlas.
Todo ello, señala Cristancho (2003), desde una relación reciproca entre docente y estudiante, de escucha activa, de constante retroalimentación y sumamente vinculada. Será importante para esta dinámica, nos dice, que las y los docentes transmitan de forma clara lo que se espera de este portafolio. Y que sean guía permanente en este proceso.
Qué debemos considerar
Sin embargo, nos dice la autora (Pérez, 2014), es importante realizar esta evaluación de la forma correcta. Ya que, si aún se tienen arraigadas prácticas tradicionales, no será efectiva. Nos plantea para ello algunas características. Una de ellas, de la que ya hemos hablado, es la reflexión. Sin ella, el proceso no es significativo. Luego, es importante, comenta, la verdadera intención en este proceso. Que el o la estudiante se interese por el proceso que está realizando. El docente o la docente, además, debe permitir que la evaluación por portafolio fluya, no debe buscar que el o la estudiante solo cumpla con la actividad planteada. Sino, que llegue a desarrollar una autorresponsabilidad (Cristancho, 2003), de otro modo, no tendrá finalmente relevancia.
El portafolio, las competencias…
Existen actualmente diversas maneras de evaluar a nuestros y nuestras estudiantes. Desde las formas más tradicionales, hasta las más innovadoras. Sin embargo, creemos que la evaluación por portafolio puede ser una gran opción para nuestra educación. La evaluación más tradicional generalmente evalua de manera más reducida, y no ayuda al estudiante en el desarrollo integral de sus competencias (Seda, 2002).
Esta evaluación desde competencias debe ser integral, holística, y, sobre todo, debe vincularlos con la vida, con la realidad, desde sus propios conocimientos, actitudes y estrategias. (Pérez, 2014). El portafolio será este espacio donde el o la estudiante está registrando y comunicando la construcción de sus propios conocimientos (Cristancho, 2003).
… y el enfoque formativo
El enfoque de nuestra evaluación es formativo, es decir, busca que los y las estudiantes se desarrollen de manera permanente. Desde la comunicación y reflexión, desde la búsqueda de un desarrollo integral, hacia mejorar sus aprendizajes (MINEDU, 2016). Además, como ya hemos mencionado, esta formación debe perseguir un aprendizaje creado por sí mismos.
Para una educación formativa como la que aspiramos, necesitamos herramientas de evaluación que ayuden a conocer realmente lo que sucede con los y las estudiantes. A conocer un poco más lo que está sucediendo con sus experiencias educativas. Cómo van en el camino hacia sus logros.
Es por ello que la evaluación por portafolio respondería satisfactoriamente a nuestro proceso educativo. Como nos dice Seda (2002), no solo se trata de la evaluación que busca una calificación. Sino del razonamiento de los y las estudiantes, de este pensamiento que realiza una crítica, un discernimiento. Este portafolio favorecerá a la construcción de estos aprendizajes.
Conclusiones
Seguimos teniendo una gran variedad de métodos y técnicas de evaluación a nuestra disposición. Pero debemos buscar aquellos que nos aporten algo más allá de una simple calificación. Los y las estudiantes no deben responder a un promedio, sino a sí mismos, a edificar sus aprendizajes. A comprender por qué y para qué estudia diariamente.
Esa comprensión va de la mano, entonces, de estas modalidades de evaluación, como lo son el portafolio, el ABP, los diarios de aprendizajes. En los cuales tanto docentes como estudiantes pueden observar el panorama, ver la fotografía del aprendizaje, intercambiar comentarios y perspectivas. Pensar en lo que deben considerar, en todo lo que implica el rededor de nuestros y nuestras estudiantes. Todo lo que se suscita dentro, y sobre ellos y ellas, desde su vida, desde su realidad.
0 comentarios