La educación productiva secundaria para zonas rurales debería ser parte de la estrategia de modalidad remota que impulsa el Ministerio de Educación. Es una necesidad de educar para la vida en entornos rurales, sobre todo porque contribuye a la producción sostenible de alimentos.

Para nadie es un secreto que las familias rurales dependen fundamentalmente de sus actividades agropecuarias y del comercio que pueden hacer con los excedentes de producción. Las familias viven ahora su aislamiento realizando actividades productivas limitadas desde la casa y en sus chacras cercanas. Sin embargo, la principal necesidad de la población rural y regional hoy, con una pandemia que nos acecha y que se incrementa todos los días los casos de infectados en el país, es el acceso a los alimentos y desde la educación también se puede dar una respuesta contextualizada en tiempos de emergencia que responda a necesidades específicas de las personas y del territorio rural.

Aprendizajes significativos para la vida rural

La población estudiantil en zonas rurales de la región Piura supera las estadísticas oficiales y es en promedio unos 200,000 estudiantes, incluyendo capitales de distritos de sierra y centros poblados rurales. Son más de 500 00 familias que tienen que asegurar salud, alimentación y educación en momentos muy difíciles para toda la región y el país. Por ello, la educación formal también debe fomentar aprendizajes útiles que les pueda servir a los y las estudiantes para su desenvolvimiento social, cultural y productivo en sus entornos comunales.

Uno de los elementos claves de la educación y de la formación técnica es la pertinencia con una oferta vinculada a las demandas del desarrollo local y sus potencialidades.  Los y las adolescentes de zonas rurales viven en, su gran mayoría, en casas con un entorno productivo muy cercano y casas-chacras.

En relación a esto último, la última encuesta del CENAGRO 2012 revela que la agricultura familiar, que está ubicada inminentemente en zonas rurales, cultiva el 82% de las tierras dedicadas a leguminosas, el 76% a tubérculos, el 74% a cereales, el 72% a hortalizas y el 63% a frutas. Además, se preocupa del mantenimiento de los recursos naturales (agua y tierra) y el desarrollo de la biodiversidad. Esta dinámica productiva rural debe ser interpretada desde la educación formal para conectar y aportar a esa realidad.

En tal sentido, este aislamiento debe ser tomado en cuenta como una oportunidad para promover aprendizajes significativos vinculados al quehacer familiar y comunal aprovechando los recursos de la casa rural. De tal manera que la oferta formativa se vincule a la producción de alimentos a través de diversas iniciativas de emprendimiento para la seguridad alimentaria.

Emprendimientos productivos con saberes ancestrales familiares

Los conocimientos sobre producción y procesamiento de productos alimenticios pueden ser ideas innovadoras y de emprendimiento que ayudan a la seguridad alimentaria familiar en tiempos de pandemia. Así mismo, se pueden rescatar a partir de prácticas ancestrales en diálogo intercultural de estudiantes con padres, madres, abuelas y abuelos, pues ellos tienen información valiosa de formas tradicionales de aprovechamiento y utilización de recursos productivos locales.

En una visión más amplia de la educación, los mayores de la familia pueden asumir un rol educador a partir de las experiencias y saberes ancestrales.

¿Qué pueden producir los y las estudiantes desde su casa rural?

A partir de recursos productivos familiares y de pequeños apoyos externos con semillas, las familias rurales con el protagonismo de hijos e hijas pueden emprender iniciativas de producción de alimentos desde su casa como parte de su formación y su aporte a la alimentación familiar.

Los y las adolescentes pueden poner en práctica actividades educativas-productivas a través de (1) la crianza de aves para producción de huevos y animales menores; (2) procesamiento de leche fresca; (3) producción de abonos orgánicos como el compost a partir de los residuos orgánicos que se generan en la cocina y de las aves; (4) instalación de pequeños huertos con semillas que obtienen de los alimentos que consumen; y, (5) mejoramiento de los procesos productivos de la chacra familiar.

Esta producción “casera” permite generar fuentes de vitaminas y proteínas necesarias en la alimentación; además, éstos alimentos producidos por las y los jóvenes pueden ser procesados para conservarlos por mucho más tiempo y generar nuevos productos como quesos, mermeladas, yogurt, encurtidos y demás, que complementan y diversifican la dieta familiar.

Esta es una oportunidad para gestionar los recursos con lo que cuentan las casas-chacras de las zonas rurales que, en circunstancias actuales, enfrentan una enorme incertidumbre y que requieren de alternativas para paliar problemas de alimentación y de pobreza en zonas rurales, que según cifras del INEI del 2017, en la costa es de 25% y en la sierra está proporción es de casi el doble (49%).

Proyecto de aprendizaje

El proyecto de emprendimiento productivo que pueden desarrollar los y las estudiantes en el área curricular de educación para el trabajo o ciencia y ambiente puede ser aprovechado como un eje articulador de otros aprendizajes complementarios en otras áreas del currículo como la historia, matemática, comunicación, ciudadanía entre otras.

Educación productiva y proyecto de vida

Precisamente, la educación técnica es una estrategia que venimos impulsando desde CIPCA en alianza con UNESCO a través del Programa Horizontes, pues consideramos importante orientar el trabajo educativo para que los y las adolescentes desarrollen su proyecto de vida a partir de la formación técnica y social con habilidades socio emocionales.

En otras palabras, sumamos a la necesidad de aprender innovaciones técnico-productivas en el mundo rural el hecho que los y las adolescentes y jóvenes asuman un sentido ético de la vida, que aporten en la recuperación de la memoria histórica de su territorio y que asuman el desarrollo de su identidad cultural y sean parte de la ciudadanía global.

“La educación productiva es una opción interesante que abarca muchas cosas desde la elaboración de abonos hasta transformar los alimentos, toda la enseñanza tiene un propósito y es más completo cuando puede participar toda la familia utilizando los recursos que disponen en casa”, precisa, Manuel Ordinola, Docente del CETPRO CIPCA. Quien trabaja con instituciones educativas de secundaria de San Juan de Bigote, al mismo tiempo de respaldar que esta propuesta sea asumida desde la educación remota que promueve el MINEDU.

Participación de instituciones y actores educativos

Lo descrito no se puede hacer solo, menos en el mundo rural donde las carencias y las brechas sociales son una constante.

La puesta en marcha de una propuesta de educación productiva de las características descritas requiere, para un tiempo complicado y de emergencia, de la participación articulada de instituciones del sector educación (UGEL, Núcleo Distrital, CETPRO y de decisión regional y nacional), agricultura (MINAGRI, organismos públicos descentralizados), gobiernos locales (a través de sus Áreas o Gerencias de Desarrollo Económico) y distintas ONG, en coordinación con directores y docentes, y sobre todo con las familias y comunidades rurales que son el centro de la actuación de las políticas y estrategias de desarrollo.

“La educación productiva es una buena opción ya que mejora las habilidades de estudiantes, trabajan la parte demostrativa en sus hogares y pueden aportar a la alimentación de sus familias”, puntualiza Víctor Bermeo, docente de la I.E. Néstor Martos de El Papayo-Lalaquiz que viene implementando la propuesta de educación productiva a través del Programa Horizontes.

En tiempos de emergencia la educación productiva tiene una vital importancia para darle sentido y valor a la educación en relación a la utilidad de los aprendizajes para su vida familiar en comunidad y para el futuro. Los y las adolescentes tienen aspiraciones de construir futuro, crecer como personas, sintiendo que pueden realizarse dentro y fuera de su comunidad, aprendiendo a valorar lo que tienen y construir de manera colectiva una comunidad mejor para hacer posible sus sueños.

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El Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA) es una organización no gubernamental de desarrollo, fundada en 1972 con sede en la ciudad de Piura- Perú; es una Obra Social promovida por la Compañía de Jesús y su accionar está inspirado en la misión de la Compañía en relación a su opción preferente por los pobres. CIPCA contribuye a un proceso de desarrollo regional articulado por una visión de lucha contra la pobreza estructural y desarrollo humano sostenible, inclusivo y equitativo, con protagonismo de la población rural organizada de la Región Piura-Perú.


CIPCA

El Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA) es una organización no gubernamental de desarrollo, fundada en 1972 con sede en la ciudad de Piura- Perú; es una Obra Social promovida por la Compañía de Jesús y su accionar está inspirado en la misión de la Compañía en relación a su opción preferente por los pobres. CIPCA contribuye a un proceso de desarrollo regional articulado por una visión de lucha contra la pobreza estructural y desarrollo humano sostenible, inclusivo y equitativo, con protagonismo de la población rural organizada de la Región Piura-Perú.

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