El paradigma del cuidado, o como se llama en inglés, Paradigm of Care, busca redefinir los procesos formativos desde una perspectiva humanística en donde el desarrollo de toda persona sea el centro de la acción educativa (Stake y Visse, 2021). Esta problemática ha sido identificada, ya que los sistemas educativos han estado enfocados en los contenidos curriculares y ello ha requerido una inversión de tiempo y esfuerzo, por lo que aspectos como la motivación, la inteligencia emocional o las habilidades sociales han sido dejados de lado (Naseer & Mussarat, 2022; Pedler et al., 2022). Es por esta razón que se puede afirmar que la tarea educativa se ha centrado en lo académico y ello ha impedido centrarse en el desarrollo propio de la persona (Expósito, 2014). Es preciso entonces afirmar que es necesario una transformación en el ámbito educativo. En otras palabras, una transformación que vaya acorde al ecosistema e interacciones donde se desarrollan los procesos formativos (Expósito et al., 2023).
Es así como Stake y Visse (2022) plantean un “posicionamiento más humanista” que parta desde el cuidado hacia y para la persona. Con este propósito sería posible crear un ambiente en el que se vele por las necesidades personales, sociales, académicas y profesionales, posibilitando un desarrollo global de la persona. En una institución como la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, inspirada por el humanismo ignaciano, la educación parte de la premisa de “educar al ser humano en su totalidad”, atendiendo de manera profunda a las necesidades y circunstancias de cada estudiante. El enfoque se basa en los principios fundamentales de la pedagogía ignaciana, como el contexto, experiencia, reflexión, acción y evaluación. Estos elementos permiten que el tutor no solo brinde conocimiento, sino que ayude al estudiante a aplicar sus aprendizajes en su vida cotidiana y social, fomentando una conciencia crítica y un compromiso con el bienestar de los demás (Loyola University Chicago, 2022). Este enfoque humanista también se conecta con la idea de que el aprendizaje debe ir acompañado de la reflexión y la acción. Los estudiantes son alentados a reflexionar sobre sus experiencias y a tomar acciones que mejoren tanto su vida como la de sus comunidades. La tutoría, desde esta perspectiva humanista, busca no solo transmitir conocimientos, sino también cultivar valores como la empatía, la justicia y el servicio a los demás (Australian Jesuits, 2022).
Por ello, no es posible pensar en una mejora del rendimiento académico sin antes priorizar las necesidades básicas de las personas. Esto quiere decir, que se sientan a gusto mientras están aprendiendo. Resulta difícil entonces articular medidas que generen un cambio desde todas estas dimensiones antes descritas (Expósito-López et al., 2023). Por este motivo, tanto Expósito (2016) como Expósito et al. (2020) proponen como elemento de transformación acciones integradas desde la tutoría.
Como afirman Zurita-Ortega et al. (2020), las propuestas educativas resaltantes por su calidad son aquellos en los que se poseen sistemas de orientación y tutorización más específicos. Por tanto, se podría concluir que trabajar desde y por la tutoría es una vía hacia la calidad educativa que además está ligada a la idea de la persona como centro de la actividad educativa (Expósito et al., 2023). Ante este panorama, se considera necesario trabajar desde una nueva concepción en donde la acción tutorial prioriza temas como el autoestima, la inteligencia emocional o el desarrollo de habilidades sociales (Expósito, 2014).
Este artículo se centra en el análisis del estudio realizado por Expósito et al. (2023) titulado”Actitudes y componentes de la tutoría y acción tutorial y su influencia en la mejora del desempeño académico”. El objetivo de dicho estudio fue, en primer lugar, explorar el vínculo entre la actitud hacia la tutoría y el desempeño académico a través de sus componentes sociales en estudiantes de educación superior en España. En segundo lugar, se analizó cómo diversas dimensiones de la actitud hacia la tutoría, como la inteligencia social, las estrategias de aprendizaje y la autoestima, influyen en los resultados académicos, evaluando los efectos directos e indirectos entre estas variables. Para profundizar en estos hallazgos, hemos reconstruido un marco teórico que nos permite reevaluar los resultados desde nuestra perspectiva institucional. Además, incorporamos reflexiones basadas en la experiencia de Aída, estudiante de educación de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya y voluntaria de investigación del Observatorio, analizando cómo el sistema de tutoría contribuye a un enfoque más humanista en la educación superior.
Descripción teórica
La investigación de Expósito et al. (2023) presenta un modelo de relación entre diversas dimensiones de la tutoría entendida como la afectividad hacia la tutoría (TU-AF), la disposición hacia la tutoría (TU-DI) y las creencias sobre la tutoría (TU-CR); así como varias dimensiones de la inteligencia social (IS): las habilidades sociales (IS-HS), el procesamiento de información social (IS-PR) y el conocimiento de información social (IS-CO). Por último, incorpora y relaciona distintas dimensiones de la autorregulación y las metas de aprendizaje: metas de orientación intrínseca (MOI), autorregulación del esfuerzo de aprendizaje (ESF) y autoestima (AUT). Todo ello puede verse representado en el gráfico original que incluyen en el estudio, el mismo que en la sección de análisis es representado mediante el análisis estadístico de los autores.
Tutoría (TU-AF, TU-DI, TU-CR)
La afectividad hacia la tutoría (TU-AF)refleja los sentimientos positivos y el aprecio que tienen los estudiantes hacia la tutoría. Esto puede incluir cuán valiosa, útil y emocionalmente gratificante encuentran la experiencia de la tutoría. Estudios como los de Rodríguez-Hoyos (2015) evidencian que los estudiantes se sienten más a gusto en el espacio de tutoría cuando se vela por un espacio en el que se construyan “relaciones pedagógicas fluidas, cercanas y continuas” (p. 474) con los tutores. Para que esto sea posible es muy importante, desde mi perspectiva, el vínculo que haya entablado previamente el tutor con sus estudiantes de forma que el espacio de la tutoría propicie una apertura y buena disposición por parte de los estudiantes.
La disposición a la tutoría (TU-DI)indica la disposición y apertura de los estudiantes a participar en sesiones de tutoría, lo cual puede incluir su voluntad de buscar ayuda y utilizar los recursos ofrecidos. Según Kahu y Picton (2019), es clave que los estudiantes se sientan respaldados por sus tutores, de manera que estos puedan estar disponibles a cualquier pregunta o respondan de forma rápida los correos electrónicos de los estudiantes. Por lo tanto, sería muy favorable que los estudiantes sepan que cuentan con el apoyo de su tutor que representa una figura de confianza para cualquier consulta que tengan aun más cuando se encuentran al inicio de la carrera profesional y hay más inquietudes acerca de cómo es el funcionamiento y dinámica dentro de la universidad.
Las creencias sobre la tutoría (TU-CR) representan las percepciones y creencias de los estudiantes sobre la efectividad de la tutoría y su impacto en su aprendizaje y desarrollo académico. Específicamente, Klug y Peralta (2019) hacen referencia a que para los estudiantes es también significativo que los tutores los apoyen para conocer nuevas estrategias de estudio o revisar su esfuerzo para que puedan mejorar su rendimiento académico. Así, el espacio de la tutoría puede prestarse para que los estudiantes pidan consejo a sus tutores sobre cómo afrontar los cursos a lo largo del semestre y, específicamente, los exámenes de mitad y final de este. Además, es pertinente que ellos estén provistos de herramientas para poder lidiar con el estrés en su vida académica y puedan desarrollar técnicas de tolerancia a la frustración y resiliencia.
Inteligencia Social (IS, IS-HS, IS-PR, IS-CO)
La inteligencia social (IS) se entiende como la capacidad de entender y manejar las dinámicas sociales e interpersonales, lo que es crucial en entornos de aprendizaje colaborativo. Javier et al. (2019) dejan constancia de que los estudiantes participantes en su estudio tenían las habilidades sociales muy poco desarrolladas, lo que afectaba la expresión de sus emociones. Además, contribuía a que tuviesen miedo al rechazo y dificultades para expresar sus sentimientos. Todo esto afectaba evidentemente a que no pudiesen comprender de manera adecuada a los demás. Por este motivo es importante que se fortalezca el espacio de la tutoría, ya que representa un espacio adicional para que los estudiantes puedan relacionarse y conocer a personas más allá de su carrera profesional.
Las habilidades sociales (IS-HS)involucran habilidades prácticas para interactuar efectivamente con otros, como la comunicación y la empatía. Es de esta forma que, por ejemplo, la investigación realizada por Gargallo et al. (2019), evidencia que la mayoría de los estudiantes percibieron que la asistencia a la tutoría les permitió integrarse de una mejor manera con otros compañeros y pudiesen comunicarse de manera más efectiva en diversos contextos. Por otro lado, tal como he abordado en un artículo anterior (Giles, 2023), el acompañamiento y la comunicación adecuados sientan los cimientos para que se genere un vínculo de confianza y apoyo entre el docente y los estudiantes. Por otro lado, es necesario que los estudiantes sean conscientes de que la universidad es un espacio de encuentro de estudiantes de diferentes entornos y culturas; de ahí su riqueza. Por ello, es indispensable que desarrollen habilidades comunicativas y de empatía para convivir en un espacio de respeto con sus compañeros.
El procesamiento de información social (IS-PR) se define como la capacidad de observar, interpretar y responder adecuadamente a las señales sociales. El trabajo realizado por Reyna et al. (2011) basado en la teoría de Crick y Dodge (1994), deja constancia de que los modelos de procesamiento de la información social evidencian cómo las emociones se regulan durante las interacciones interpersonales. Así, “la manipulación de señales sociales emocionales puede afectar cada uno de los momentos del procesamiento de información y que los efectos de diferentes emociones discretas pueden ser distintos” (p. 58). Por ello, es importante promover la tutoría como un espacio seguro y abierto para los estudiantes, lo que favorece que estos sean capaces de procesar y responder adecuadamente a los estímulos sociales. Esto va a generar que la predisposición de los estudiantes sea más positiva tanto hacia el espacio de la tutoría, como hacia otros espacios de su vida académica y social.
El conocimiento de Información social (IS-CO)comprende el conocimiento sobre normas sociales, roles y comportamientos, es decir, las “normas de etiqueta” dentro de los distintos ambientes (Mayer et al., 2016; Wong et al., 1995). Esto implica que los estudiantes desarrollen un comportamiento ético que les nazca y no solo sea impuesto para evitar una sanción. Como se ha mencionado anteriormente, la universidad está llamada a ser un espacio de respeto en el que cada estudiante pueda desenvolverse con tranquilidad. El tutor es el responsable, además, de establecer normas de convivencia claras dentro del salón de clases para, como lo señalan Palacios et al. (2024), lograr crear un ambiente propicio para que el estudiante aprenda de manera significativa y que también pueda crecer como persona y ciudadano.
Como hemos visto, todas estas facetas de la inteligencia social no solo están interconectadas entre sí, sino que también se vinculan estrechamente con la inteligencia académica (Wong et al., 1995). La capacidad de los estudiantes para navegar las normas sociales, comprender las dinámicas de poder dentro de los grupos y ejercer influencia de manera ética y respetuosa son esenciales para su éxito tanto en el ámbito académico como social (Mayer et al., 2016). En este sentido, la tutoría emerge como un espacio fundamental en la educación superior, pues no solo se orienta a fortalecer el conocimiento académico, sino también a cultivar estas habilidades sociales cruciales. Al fomentar un ambiente donde los estudiantes puedan desarrollar un entendimiento profundo de las relaciones inter e intra-grupales y de los mecanismos de poder y liderazgo, la tutoría contribuye significativamente a su crecimiento integral como profesionales y ciudadanos. Esto refuerza la importancia de un enfoque educativo que valore y promueva la inteligencia social como pilar del aprendizaje significativo y de la participación activa en la sociedad.
Autorregulación y Metas de Aprendizaje (MOI, ESF, AUT)
Las Metas de Orientación Intrínseca (MOI) se definen como los objetivos personales que guían el aprendizaje del estudiante, basados en intereses y curiosidades internas más que en recompensas externas. La motivación intrínseca, según Ryan y Deci (2000), está relacionada con el disfrute y el interés en la actividad por sí misma, fomentando sensaciones de autonomía, dominio y eficacia (Aguilar et al., 2016). Este tipo de orientación hacia las metas, conocida también como metas de dominio o de aprendizaje, impulsa al estudiante a seleccionar y realizar actividades debido al interés, la curiosidad y los desafíos que estas le provocan, lo que resulta en un esfuerzo mental más significativo (Alonso Tapia, 1995; Lepper, 1988, citados en Lo Hsueh, 2007). A diferencia de la motivación extrínseca, que depende de recompensas o castigos externos, la motivación intrínseca no requiere incentivos adicionales, ya que la propia actividad es recompensante en sí misma (Herrera, 2014). De esta manera, el espacio de la tutoría debería ofrecer la oportunidad para que los estudiantes elijan sobre qué temas desean trabajar, en lugar de que siempre sean los docentes quienes propongan las temáticas, permitiendo así que los estudiantes exploren sus propios intereses y desarrollen una motivación autónoma y duradera.
La Autorregulación del Esfuerzo en el Aprendizaje (ESF) es la capacidad del estudiante para regular y mantener su esfuerzo y atención durante el proceso de aprendizaje. Tal y como lo señala Kahu y Picton (2019), el estrés de los estudiantes puede verse aminorado respecto a las tareas académicas cuando se cuenta con la comprensión de los tutores y los profesores universitarios. Por esta razón, se busca que el estudiante aprenda desde el inicio de sus estudios a ser perseverante y resiliente respecto a su proceso de aprendizaje.
La Autoestima (AUT) es definida por Rosenberg (1965, citado en Martín-Albo et al., 2007) como el conjunto de percepciones y emociones relacionadas con el propio valor y la importancia personal, siendo una actitud positiva o negativa hacia uno mismo. Una autoestima positiva, por lo tanto, da sentido general de valía y confianza en sí mismo del estudiante. Dentro de las funciones del tutor académico, la mejora de la autoestima de los estudiantes constituye una de las funciones de apoyo personal más importantes dentro de la dimensión afectivo-emocional (Arbizu et al., 2005; Aguilera, 2019; Rodríguez y Álvarez, 2012).
Hallazgos Relevantes de la Investigación
El artículo de Expósito et al.(2023) se basa en un análisis de ecuaciones estructurales de mínimos cuadrados parciales. Este tipo de análisis busca comprobar, de manera empírica, supuestos teóricos. En este caso, la investigación está centrada en analizar y definir las relaciones que existen entre las diversas dimensiones respecto a la tutoría, la inteligencia social, las estrategias de aprendizaje y la autoestima.
Así, el análisis comienza evaluando las relaciones que existen entre las distintas dimensiones de la tutoría. Los autores encuentran que las creencias sobre la tutoría son el factor que más se relaciona con las otras dos: afectividad y disposición a la tutoría. Sin embargo, la afectividad y la disposición también se encuentran relacionadas entre sí, aunque de una manera más moderada.
Curiosamente, cuando se prosigue en el análisis, las creencias sobre la tutoría no tienen ningún efecto sobre ninguna otra variable, observada o teórica, mientras que la afectividad hacia la tutoría si tiene una leve relación con la inteligencia social, y la disposición a la tutoría con la autorregulación del esfuerzo del aprendizaje. Esta autorregulación, a su vez, se encuentra relacionada con las metas de orientación intrínseca y con la inteligencia social, aunque de forma débil.
La inteligencia social, el principal eje del modelo teórico y analítico de los autores, se encuentra explicada por las habilidades sociales, la capacidad de procesamiento de la información social y el conocimiento de la información social. Estas tres categorías dentro de la dimensión teórica de inteligencia social la explican bastante bien, especialmente las habilidades sociales y el conocimiento de información.
El modelo finalmente apunta hacia cómo estas tres categorías de la inteligencia social, junto con las metas de orientación intrínseca y la autorregulación del esfuerzo, se encuentran relacionadas con la autoestima. Sin embargo, todas ellas tienen un mínimo efecto, siendo únicamente la capacidad de procesamiento de información social la que tiene una relación ligeramente más moderada
Relaciones entre los aspectos de la Tutoría (TU-AF, TU-DI, TU-CR):
- TU-CR → TU-AF (0.62): Las creencias sobre la tutoría influyen fuertemente en la afectividad hacia la tutoría. Esto sugiere que si los estudiantes creen que la tutoría es útil y eficaz, es más probable que desarrollen sentimientos positivos hacia ella. Esta relación es importante para entender cómo las percepciones pueden afectar emocionalmente a los estudiantes en su participación en la tutoría.
- TU-CR → TU-DI (0.80): Las creencias sobre la tutoría también tienen un impacto significativo en la disposición a la tutoría. Si los estudiantes ven la tutoría como beneficiosa, están más dispuestos a comprometerse y participar activamente en estas sesiones.
- TU-AF ↔ TU-DI (0.85): La relación bidireccional entre afectividad y disposición a la tutoría es muy fuerte, lo que indica que los sentimientos positivos y la disposición a participar se refuerzan mutuamente. Sentirse bien con la tutoría puede aumentar la disposición a involucrarse, y estar dispuesto puede a su vez generar sentimientos más positivos.
Relaciones entre Tutoría e Inteligencia Social (IS):
- TU-AF → IS (0.32): La afectividad hacia la tutoría tiene un efecto moderado en la inteligencia social. Esto puede interpretarse como que sentirse emocionalmente conectado con la tutoría puede mejorar las habilidades sociales de los estudiantes, ayudándoles a entender y gestionar mejor las interacciones sociales.
- TU-DI → IS (0.17): Hay una relación más débil entre la disposición a la tutoría y la inteligencia social. Esto podría indicar que la simple apertura a participar en tutorías no es suficiente para desarrollar significativamente la inteligencia social sin otros factores intervinientes.
Relaciones dentro de la Inteligencia Social (IS):
- IS → IS-HS (0.86): La inteligencia social general tiene un impacto muy fuerte en las habilidades sociales específicas. Este hallazgo subraya la importancia de la inteligencia social en el desarrollo de habilidades prácticas para interactuar efectivamente.
- IS → IS-PR (0.84): Similar a las habilidades sociales, la inteligencia social también afecta fuertemente la capacidad de procesar información social. Los estudiantes con mayor inteligencia social son más adeptos a interpretar y responder a las señales sociales.
- IS → IS-CO (0.74): La relación entre la inteligencia social general y el conocimiento de la información social es fuerte, implicando que una buena comprensión de las dinámicas sociales contribuye al conocimiento teórico sobre cómo funcionan las interacciones sociales.
Relaciones de la Inteligencia Social con otras variables:
- IS → ESF (0.34): La inteligencia social tiene un impacto moderado en la autorregulación del esfuerzo en el aprendizaje. Entender y manejar las relaciones sociales puede ayudar a los estudiantes a mantener su esfuerzo y concentración en el aprendizaje.
- IS → MOI (0.38): También hay un impacto moderado de la inteligencia social sobre las metas de orientación intrínseca. Esto podría indicar que una mejor inteligencia social ayuda a los estudiantes a desarrollar metas de aprendizaje más personales y profundamente motivadas.
Relaciones de Autorregulación y Metas con la Autoestima (AUT):
- ESF → AUT (0.30): La capacidad de autorregulación del esfuerzo tiene un impacto moderado en la autoestima. Mantener el esfuerzo en desafíos puede mejorar la percepción que tienen los estudiantes de su propia valía.
- MOI → AUT (0.25): Las metas de orientación intrínseca también influyen en la autoestima. Establecer y perseguir metas personales puede fortalecer la confianza en sí mismos de los estudiantes.
La importancia de la tutoría a la luz de nuestra reflexión teórica: Nueva discusión de resultados
Los resultados de la investigación de Expósito et al. (2023) resaltan la importancia de las categorías de tutoría e inteligencia social. En el contexto de la tutoría, estos hallazgos refuerzan la percepción de la tutoría como un espacio clave para la construcción de relaciones de confianza y respaldo entre estudiantes y tutores, en línea con las observaciones de Rodríguez-Hoyos (2015) acerca de la necesidad de relaciones pedagógicas fluidas y continuas. Las creencias sobre la tutoría influyen profundamente en cómo los estudiantes valoran y se involucran en estas sesiones, evidenciando que una percepción positiva sobre la utilidad de la tutoría fomenta tanto la afectividad como la disposición a participar activamente. Esta dinámica subraya el papel esencial de los tutores en ofrecer un apoyo accesible y reactivo, tal como sugieren Kahu y Picton (2019). De este modo, la tutoría no solo proporciona apoyo académico, sino que también actúa como un catalizador para el desarrollo personal y social de los estudiantes, jugando un rol crucial en su formación integral en la educación superior.
El artículo analizado también resalta la importancia crítica de la inteligencia social (IS) en entornos educativos, corroborando y expandiendo los hallazgos de Javier et al. (2019) y Gargallo et al. (2019) sobre cómo la habilidad para gestionar y expresar emociones influye significativamente en la experiencia educativa de los estudiantes. En consonancia con Reyna et al. (2011), observamos que la capacidad de procesar adecuadamente las señales sociales, un componente esencial de la IS, se asocia directamente con una regulación efectiva de emociones y una respuesta apropiada en interacciones. Este estudio subraya que la tutoría actúa como un catalizador para mejorar tanto las habilidades sociales prácticas como el conocimiento teórico sobre normas y roles sociales, tal como discuten Mayer et al. (2016) y Wong et al. (1995), facilitando un ambiente donde los estudiantes no solo crecen académicamente sino también como ciudadanos empáticos y éticamente conscientes en un entorno multicultural y diverso.
Conclusiones
Este artículo ha explorado la relación entre la tutoría y el desarrollo personal y académico de los estudiantes, destacando la importancia de un enfoque humanista en la educación superior. Inspirados por los principios del humanismo ignaciano de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, reafirmamos la necesidad de enfocar la acción educativa en el desarrollo integral del ser humano. Desde esta perspectiva, la tutoría trasciende la mera transmisión de conocimientos para abrazar el cultivo de la inteligencia social, el bienestar socioemocional y la autoestima de los estudiantes.
Un buen tutor de educación superior está llamado a ser una persona con una gran capacidad de observación, escucha, empatía y solidaridad. Estas cualidades son fundamentales para apoyar a los estudiantes más allá del ámbito académico, contribuyendo a una formación integral que les permita mejorar su preparación y experiencia universitaria. Al actuar no solo como académicos, sino también como mentores emocionales y sociales, los tutores pueden tener un impacto profundo y duradero en la vida de sus estudiantes.
La inteligencia social juega un papel crucial en este proceso, permitiendo a los estudiantes gestionar efectivamente las dinámicas sociales complejas de su entorno. Este conjunto de habilidades les ayuda a responder adecuadamente a las interacciones interpersonales, esencial para su desarrollo profesional y personal. Además, centrarse en el bienestar socioemocional y la autoestima fomenta la resiliencia de los estudiantes y promueve una visión más saludable y autónoma de sus propios procesos educativos y de vida.
Concluimos recomendando que las instituciones educativas adopten y refuercen programas de tutoría que integren estos elementos humanistas y socioemocionales, asegurando que los tutores estén capacitados para abordar estas dimensiones esenciales. Este enfoque no solo responde a las exigencias de un entorno educativo moderno y empático, sino que también prepara a los estudiantes para enfrentar los desafíos del mundo actual de manera ética y efectiva.
Al cultivar un ambiente educativo que valore tanto el rendimiento académico como el desarrollo emocional y social, la tutoría se consolida como una herramienta transformadora, capaz de conducir a los estudiantes hacia un mayor bienestar y éxito en todas las áreas de su vida.
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