Un punto de partida sobre la Inteligencia Emocional y la Docencia
La inteligencia emocional (IE) es un concepto ampliamente abordado en la literatura actual, particularmente en el campo educativo, puesto que permite comprender cómo los docentes regulan sus emociones y las de sus estudiantes en entornos pedagógicos cada vez más exigentes. En este contexto, el rol del maestro trasciende la simple transmisión de conocimientos, incorporando la capacidad de guiar, regular y fomentar un clima escolar favorable para el aprendizaje integral. En ese marco, la inteligencia emocional se convierte en una herramienta esencial para fortalecer las relaciones interpersonales y promover ambientes educativos más saludables (Minedu, 2022).

Desde esta perspectiva, según la Organización de Naciones Unidas (ONU, 2019) el desarrollo de estas habilidades es vital para lograr el progreso de los ODS programados para el 2030, ya que el impacto emocional no solo contribuye a alcanzar objetivos académicos y cotidianos, sino que también mejora la capacidad para comunicarse, reducir la ansiedad, el estrés, desarrollar resiliencia, resolver conflictos y empatizar con los demás. De igual forma, contribuye a enriquecer las vidas de las personas, las escuelas, las comunidades, los países y el mundo en general, logrando una educación significativa y de calidad.
Así, la pertinencia de este contenido en Bagua Grande cobra una relevancia especial, puesto que se ha identificado que muchos docentes aún no han desarrollado plenamente estas capacidades socioemocionales (Vásquez, 2021). Esta carencia incide directamente en el acompañamiento integral de los estudiantes. Además, la educación actual exige una formación integral, que no solo atienda el aspecto intelectual, sino también el crecimiento emocional y personal del alumnado. En ese sentido, Shunta (2022) destaca la necesidad de preparar a los docentes para acompañar de manera efectiva, tanto en los procesos formativos como en las dimensiones cognitivas, emocionales y sociales.
A partir de lo explicado, la revisión de la literatura muestra que en esta región amazónica se han realizado escasas investigaciones centradas en la inteligencia emocional del profesorado, lo que representa una oportunidad significativa para contribuir al campo educativo. Estudiar estas competencias emocionales permitirá comprender mejor las estrategias que utilizan los docentes para ejecutar sus emociones y las de sus alumnos, y así fortalecer su función orientadora en la formación de ciudadanos empáticos, resilientes y emocionalmente competentes.
Inteligencia emocional: Dimensiones y Alcances en la Docencia
Esta sección tiene como propósito desarrollar a nivel teórico el concepto de inteligencia emocional (IE) y su influencia en el espacio educativo. Se explicarán sus principales dimensiones: la autoconciencia, la autorregulación, la motivación, la empatía, las habilidades sociales. Asimismo, la dimensión intrapersonal y la dimensión del manejo de estrés. Además, se analizará su impacto en el bienestar docente y su influencia en la construcción de ambientes escolares saludables y efectivos para el aprendizaje.
Para Mayer y Salovey (1997) la IE ha sido reconocida en los últimos años como un componente fundamental para el desarrollo profesional y personal en diversos contextos, incluido el campo escolar. Desde una perspectiva psicológica, la IE se entiende como la capacidad para percibir, entender, regular y utilizar las emociones de manera efectiva tanto en sí mismo como en los demás (Mayer & Salovey, 1997). Esta habilidad no solo impacta el bienestar individual, sino que también incide directamente en la calidad de las relaciones interpersonales, y en el caso docente, en la construcción de ambientes escolares favorables.
Goleman (1995) uno de los autores más influyentes en la difusión de este concepto plantea que la IE se compone de cinco capacidades: autoconciencia, autorregulación, motivación, empatía y habilidades sociales. Estas capacidades, ejercitadas a lo largo del ciclo vital, son muy relevantes para el ejercicio docente, pues permiten enfrentar de forma reflexiva y equilibrada los múltiples desafíos emocionales que surgen en el proceso de enseñanza-aprendizaje (Monzón, 2024). Así, el docente no solo gestiona su estado emocional, sino que también modela comportamientos socioemocionales saludables para sus estudiantes.

Incluso, diversas investigaciones han resaltado la importancia de integrar la IE en la formación docente. Por ejemplo, Chávez y Uceda (2023) afirman que su desarrollo favorece competencias fundamentales, como el pensamiento crítico, la comunicación asertiva, el trabajo en equipo y la empatía, elementos esenciales para una educación inclusiva y significativa. Ante esto, Monzón (2024), señala que, la IE no debe entenderse como una competencia añadida, sino como una competencia transversal que repercute y potencia la práctica educativa, enriqueciendo la experiencia pedagógica y preparando a los estudiantes para enfrentar los retos de la vida cotidiana.
En la misma línea, Porras et al. (2020); Ocampo y Sandoya (2025) indican dos dimensiones que impactan directamente al bienestar emocional docente. Por un lado, la dimensión intrapersonal y, por otro lado, el manejo del estrés.
Dimensión intrapersonal
Porras et al. (2020) señalan que la dimensión intrapersonal se refiere a la capacidad del individuo para conocerse, comprenderse y valorarse a sí mismo. A su vez, integra el autoconocimiento, la autorrealización y la asertividad. En el ámbito docente, estas capacidades permiten reflexionar sobre sus propias emociones, tomar conciencia de sus estados afectivos, establecer metas personales y fortalecer su autoestima. Este proceso es fundamental, puesto que el docente que se comprende a sí mismo está en mejor condición para comprender a sus estudiantes. Además, al reconocer sus fortalezas y límites emocionales, es capaz de evitar respuestas impulsivas y sostener una actitud profesional aún en contextos adversos (Ocampo y Sandoya, 2025).
Dimensión del manejo del estrés
Pulido et al. (2022) indican que la dimensión del manejo del estrés es una competencia crítica en el ejercicio docente, dadas las altas exigencias emocionales, laborales y racionales. Esta dimensión incluye la tolerancia al estrés y el control de los impulsos, aspectos que permiten al educador mantener la estabilidad emocional ante situaciones conflictivas, frustraciones cotidianas o presiones escolares. A través de esta habilidad, el docente no solo se protege emocionalmente, sino que también modela una conducta regulada ante sus estudiantes, constituyéndose en un referente de autorregulación y resiliencia.
Según los autores, estas dimensiones tanto intrapersonal como manejo de estrés impactan directamente al bienestar docente, puesto que, la dimensión intrapersonal posibilita un conocimiento profundo de sí mismo y favorece la automotivación. Por su parte, el manejo de estrés permite mantener una actitud estable y reflexiva frente a las exigencias del entorno educativo, evitando respuestas ambiguas que puedan deteriorar la relación pedagógica o el clima del aula (Porras et al., 2020; Ocampo y Sandoya, 2025).
Ante esto, fortalecer la inteligencia emocional no debe considerarse una tarea secundaria, sino una competencia pedagógica necesaria, ya que su ausencia puede generar consecuencias negativas, como la desmotivación, el agotamiento emocional (burnout) y el deterioro de la salud mental. Para Miranda et al. (2022) los educadores que han fortalecido su inteligencia emocional no solo regulan con mayor eficacia sus estados afectivos, sino que también responden con mayor sensibilidad a las necesidades e intereses de sus estudiantes, promoviendo una educación más integral y humana.
Métodos y Apuntes para la Revisión Sistemática
El presente artículo se desarrolla bajo un método de revisión sistemática, centrado en el constructo de la inteligencia emocional docente. Según lo planteado por Quispe et al. (2021) este método consiste en un proceso planificado y estructurado que permite examinar de manera rigurosa la producción académica disponible, con el fin de analizar los hallazgos previos y obtener respuestas a una pregunta de investigación delimitada. La información encontrada se organizó en tablas y gráficos para facilitar la comparación entre los hallazgos.
Para la búsqueda de información se han considerado las bases de datos de Scopus, Scielo, Scienciedirect, Latindex, Dialnet y Redalyc, en los cuales se analizó las publicaciones de los años 2019 al 2025. Entre ellos están artículos de tipo cuantitativo y cualitativo realizados en diversos niveles educativos. Con respecto a los resultados, estos fueron organizados en una matriz Excel, tomando en cuenta el título, revista, tipo de investigación, año de publicación, muestra, resultados y conclusiones.
En los criterios de inclusión se consideraron estudios vinculados directamente al ámbito educativo y específicamente al rol docente. Se aceptaron investigaciones de enfoque cuantitativo, cualitativo y mixto, realizadas en diferentes espacios educativos. Por el contrario, se excluyeron estudios centrados en contextos empresariales, así como aquellos que no aportan evidencia relevante sobre la inteligencia emocional docente.
Por otro lado, la búsqueda de conceptos fueron palabras claves como: inteligencia emocional, competencias emocionales, habilidades emocionales, educación emocional y en inglés fueron emotional intelligence, emotional skills. Los artículos revisados son de diversos países tales como España, México, Ecuador, Colombia, Brasil, Chile, Costa Rica y Perú. Con respecto a los idiomas corresponden a 16 artículos en español y 3 artículos en inglés.
En relación con la metodología, se identificó una mayor prevalencia del enfoque cuantitativo en los estudios analizados, los cuales emplearon principalmente encuestas y cuestionarios estructurados para recoger datos. Del mismo modo, varios estudios cualitativos fundamentaron sus hallazgos en el análisis interpretativo de experiencias docentes y revisión documental. Cabe señalar que uno de los trabajos optó por un enfoque mixto, incorporando datos cuantitativos con análisis cualitativos provenientes de la literatura, lo cual permitió una comprensión más profunda y contextualizada del fenómeno investigado.
Respecto a las muestras, se observaron distintas clasificaciones: algunas investigaciones se enfocaron en estudiantes de secundaria y primaria, mientras que otras trabajan exclusivamente con docentes. Sin embargo, predominaron los estudios dirigidos a la población docente, en coherencia con el objetivo principal de esta revisión sistemática.
Resultados
En esta revisión sistemática se consideraron investigaciones referentes al estudio de la inteligencia emocional docente. De los 40 estudios, 30 fueron artículos y 10 tesis de las cuales se consideraron 5 nacionales y 5 internacionales, estas investigaciones cumplían con los criterios previamente establecidos. No obstante, se aplicó los criterios de exclusión e inclusión, seleccionando finalmente 19 estudios que destacan por su solidez metodológica, la adecuación de sus muestras y la especificidad de sus hallazgos en relación con el desarrollo de la inteligencia emocional docente. En cuanto a los idiomas que fueron publicados 16 son del idioma español y 3 en idioma inglés.
Respecto a la procedencia geográfica, los resultados muestran que Perú registra el mayor número de publicaciones sobre inteligencia emocional docente, con 6 artículos, seguido de España (3), Costa Rica (2), Colombia (2), México (2) y Ecuador (2). En menor medida, Chile y Argentina cuentan con una publicación cada uno. Este panorama refleja una tendencia regional que consolida el interés por el estudio de la inteligencia emocional en el ámbito educativo, destacando el liderazgo del Perú en la producción científica sobre la temática.
En relación con las bases de datos utilizadas, se identificó que Dialnet concentra el mayor número de artículos publicados (6), seguida de Redalyc (2), Scopus (2), Latindex (2), ProQuest (2) y otras publicaciones no indexadas (2). En menor proporción se encuentran ScienceDirect (1), Scielo (1) y Google Académico (1), lo que refleja una diversidad de fuentes académicas que aportan a la comprensión del fenómeno desde distintos enfoques y contextos.
Por otro lado, al analizar los niveles educativos en los que se realizaron las investigaciones, se observa que la mayoría de los estudios corresponde al nivel superior (67%), seguido del nivel secundario (28%), y en menor medida al nivel primario (5%). Este resultado pone de manifiesto una concentración de investigaciones en el ámbito universitario, posiblemente por la facilidad de acceso a poblaciones docentes y la relevancia del desarrollo emocional en la educación superior.
Además, los resultados sistematizados incluyen información detallada de los autores, años de publicación, temas, metodologías y hallazgos principales de cada uno de los estudios analizados. Esta sistematización permitió identificar los enfoques predominantes, los contextos de aplicación y las conclusiones comunes relacionadas con la inteligencia emocional docente, consolidando una visión integral sobre su impacto en la práctica pedagógica y en el bienestar profesional.
Finalmente, toda la información recopilada ha sido organizada y sistematizada en un dashboard interactivo desarrollado en Tableau, que permitirá visualizar las tendencias generales de la investigación, la distribución de publicaciones por país y base de datos, así como los niveles educativos abordados.
Hallazgos sistematizados sobre la inteligencia emocional en la docencia
Los hallazgos obtenidos en esta revisión sistemática sobre la inteligencia emocional (IE), permiten establecer tres afirmaciones fundamentales: (1) los docentes con mayor nivel de IE están mejor capacitados para ejercer su labor pedagógica; (2) la baja IE incrementa significativamente el estrés y el agotamiento profesional; y (3) fortalecer la IE en los docentes mejora tanto el proceso de enseñanza-aprendizaje como la motivación escolar. En las siguientes líneas, estos resultados ponen en evidencia el papel central de la IE como una capacidad fundamental dentro del ámbito educativo.

Los docentes con mayor nivel de IE están mejor capacitados para ejercer su labor pedagógica
Roquer y Peña (2024) indican que una alta IE permite afrontar con mayor eficacia las exigencias del aula, dado que los docentes son capaces de regular emociones negativas, tomar decisiones pedagógicas más acertadas y adaptarse a situaciones cambiantes. Esto se evidencia en acciones concretas como la construcción de vínculos saludables con los estudiantes, la gestión adecuada de los conflictos y la atención diferenciada a las necesidades emocionales de cada estudiante. De esta manera, la IE no solo influye en el bienestar del maestro, sino también en la dinámica del aula.
De igual forma, Solís y Fernández (2025) sostienen que estas capacidades favorecen directamente la convivencia escolar, y que un entorno emocionalmente estable incrementa el compromiso y la participación del estudiantado. Por tanto, los docentes emocionalmente competentes no solo enseñan contenidos, sino que generan un clima favorable que propicia aprendizajes más significativos. Además, según Chávez y Uceda (2023) los docentes con alta IE adaptan sus estrategias según el contexto, intereses y necesidades emocionales o personales del alumnado. Esto permite una enseñanza más empática, que reconoce la diversidad emocional como parte inherente del proceso educativo.
La baja IE incrementa significativamente el estrés y el agotamiento profesional
Según Andreu y Martínez (2024) los docentes con bajo nivel de IE tienden a padecer mayores niveles de estrés, agotamiento emocional y frustración. Esto se debe a que, al haber más nivel de involucramiento, esfuerzo y comprensión hacia el estudiantado, el docente está más expuesto a experimentar estímulos estresantes, que sin una adecuada gestión emocional puede generar un desgaste profesional muy significativo. Asimismo, Mérida et al. (2020) indican que estos docentes son más propensos a desarrollar el síndrome de burnout, ya que tienen mayores dificultades para gestionar conflictos, establecer límites y mantener relaciones saludables con sus estudiantes y colegas. Esta situación repercute negativamente tanto en la salud del docente como en la calidad de enseñanza que ofrece.
En la misma línea, Valenzuela, et al. (2023) señalan que la baja IE puede manifestarse en respuestas impulsivas, baja tolerancia a la frustración y poca flexibilidad ante situaciones imprevistas del aula. Estas características no solo dificultan la gestión del grupo, sino que pueden deteriorar el clima escolar, reducir la motivación de los estudiantes y limitar su desarrollo personal. En este sentido, la IE no debe ser vista como una habilidad opcional, sino como un factor protector frente al desgaste profesional y las presiones del contexto educativo.
Fortalecer la IE en los docentes mejora tanto el proceso de enseñanza-aprendizaje como la motivación escolar
Fortalecer la IE en los docentes no solo previene el agotamiento, sino que transforma positivamente su práctica pedagógica. Solís y Fernández (2025) afirman que la mejora emocional del docente se refleja en entornos escolares más saludables, donde predomina el respeto, la empatía y la participación. Cuando el vínculo entre docente y estudiante se basa en la comprensión emocional, el aprendizaje se vuelve más profundo, significativo y humano. En tal sentido, el desarrollo de estas capacidades emocionales representa una enseñanza más flexible, más consciente y comprometida.
Además, la IE contribuye a generar espacios de confianza, donde los estudiantes se sienten escuchados y comprendidos, lo que aumenta su involucramiento y compromiso con el aprendizaje. Tal como señala Villegas (2021) los docentes emocionalmente competentes están mejor preparados para promover la autorregulación emocional en sus estudiantes, mejorando el vínculo, la convivencia, y el desarrollo personal de cada uno. Por ello, trabajar la IE desde la formación inicial docente es una necesidad urgente, pues permite sentar las bases de un proceso de enseñanza-aprendizaje más sólido y duradero, respondiendo a los desafíos emocionales y educativos de cada estudiante.
Por otra parte, en la revisión sistemática se identificó que Perú concentra el mayor número de publicaciones sobre inteligencia emocional docente. Este hecho refleja una preocupación creciente en el contexto escolar, ya que muchos estudios muestran la importancia de fortalecer e incorporar la dimensión emocional en la práctica docente. Por ejemplo, países como España y Malasia evidencian avances significativos en el fortalecimiento de la IE, debido a una mayor integración, comprensión e interacción entre docentes y estudiantes. Esto permite afirmar que la IE está siendo reconocida globalmente como una competencia transversal que articula lo cognitivo, lo emocional, lo personal y lo social en el proceso educativo (Córdova et al., 2023).
En suma, los hallazgos confirman que la inteligencia emocional no debe ser comprendida como una capacidad complementaria, sino como una habilidad esencial para el ejercicio docente. Además, se destaca que los altos niveles de inteligencia emocional impactan directamente en el bienestar docente, en la calidad de enseñanza y en la motivación del alumnado. Por ello, se resalta que los proyectos de formación docente, tanto inicial como continua, incluyan procesos sistemáticos de educación emocional. Asimismo, se considera importante que en futuras investigaciones profundicen en los efectos de la inteligencia emocional en contextos educativos vulnerables, donde esta capacidad puede marcar una diferencia significativa en el proceso de enseñanza-aprendizaje, tanto en docentes como en estudiantes.
Conclusiones: aprendizajes y proyecciones

La revisión de estudios sobre inteligencia emocional docente evidencia que el Perú es uno de los países con más publicaciones sobre esta temática, lo que refleja un interés creciente por integrar las habilidades emocionales como parte del perfil profesional del educador. Los hallazgos analizados coinciden en que un alto nivel de inteligencia emocional docente admite ejercer una práctica pedagógica más integral, donde no solo se transmite conocimiento, sino que también se reconoce y atiende el componente emocional, personal y social del estudiante. Esta capacidad fortalece el vínculo pedagógico y mejora la convivencia, el aprendizaje y el bienestar general del aula.
Además, se advierte que la ausencia de inteligencia emocional puede generar altos niveles de estrés, agotamiento y desgaste profesional, afectando la calidad educativa. Por ello, se concluye que formar a los docentes en esta competencia no es una opción secundaria, sino una exigencia para lograr una educación más humana, inclusiva y significativa. Esta formación debe ser continua, reflexiva y contextualizada, con el fin de construir espacios escolares basados en la empatía, la autorregulación emocional y la participación activa, tanto de estudiantes como de docentes. De esta manera, se contribuye a una educación más coherente respondiendo a las necesidades y condiciones de los estudiantes del siglo XXI.
Referencias
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Estudiante del VIII ciclo de la carrera de Educación Secundaria con especialización en Lengua y Literatura en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM). Sus temas de investigación están orientadas al estudio de la Inteligencia emocional docente en las prácticas pedagógicas.
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